domingo, 19 de agosto de 2012

TURISMO & EROTISMO


Qué hermoso resulta despertarse al lado de la mujer amada, cuerpos desinhibidos, susurros al oído, un te amo, un te quiero, que se confunden con lo extraordinario de la naturaleza, con el cantar de los pájaros, con el ruido de los animales; Monos, Guacamayas, Chigüires, Garzas, Tucanes, Loros, Araguatos, que te acompañan en el paraíso, amanece la pasión de dejarse querer, de entregarse a los besos, a la caricias, al contacto de su olor, de su entrega, camas amplias en sabanas blancas eran parte de aquel extraordinario lugar, y tan solo me tomo poco tiempo estar allí, en Tucupita, en el indómito Delta Amacuro, es que mi linda warao, se sentía enamorada, se sentía querida a entregarse a  vivir aquel instante de pasión que vivimos aquella mañana, entre el caño Manamo, ese brazo del río Orinoco y su naturaleza mágica.

Aún recuerdo aquel beso robado, esos labios carnosos, resquebrajados por el imponente frio que recuperaban su calor intenso, erizándonos la piel, mientras caminábamos sobre las piedras, con la cascada como protagonista en los Chorros de Milla de Mérida, terminaste en una hermosa sonrisa, picara, y comprometedora que invadía mis ganas de querer estar más cercano a ti, a tu presencia, a tu deseo, a tu amor.

No hubo locura más intensa de habernos entregado a vivir otro momento de amor, como lo ocurrido en aquella playa desierta, solo para nosotros, aun recuerdo, era cerca del Cabo San Román en la península de Paraguana, divisaba a lo lejos un enorme faro que por un momento pretendí se encendía para alumbrarnos la apasionada velada, como se confunden las gotas de tu cuerpo, con el agua del mar; es que hasta conversan amigablemente de las bondades que hacen cada una a la naturaleza. Necesitaba hacerlo, cierro los ojos y no existe momento más placentero que sentir como se escucha aquello, un sueño de amor anhelado, un momento único e inolvidable. Ni el tiempo fue tan corto a tan grandiosa experiencia, ya que a la luz del sol tranquilamente, andaba junto a nosotros, ese playa fue testigo de que ese sueño de esa hermosa mujer, era la más completa de las realidades al verse allí, tendida al lado mío, cuerpos que experimentaron lo que siempre quiso el uno y el otro y que nunca se habían atrevido a hacer.

Que delicada es tu piel, que color moreno tan peculiar, que mirada tan inquietante, que cuerpo que desbordan apasionantes entregas, que ojos, y te tengo para mí, se confunden tus tonalidades como las que se hicieron presentes aquel día cuando te tomaba la foto en el atardecer, crepúsculo hermoso en Tintorero de Lara, con tus caprichos divinos de mujer, querías tener hamacas en casa, para que fuese también elementos decorativos en nuestro hogar, que colorido de la naturaleza, se fundían rojos, naranjas, sepias y verdes entre el cielo, artesanía y arboles, que preciosa eres, como dejar de amarte mujer morena.

Mi mujer morena nacida de la costa, tierra del tambor, ardiente y apasionada, como cuando bailabas al son de la música desbordante que tocaban frente a la iglesia de Chirimena en Barlovento de Miranda, parecías propia del lugar, hicieron rueda a tal magnitud de baile, rompiendo aplausos de la gente, pude acentuarme en esa cintura, tocarla, verte entregada al éxtasis del sonido y de la fiesta, fue inolvidable lo vivido; Dios es sabio, y siempre estaré agradecido de haberte guardado para mi, de haber esperado el momento preciso para saber lo que era estar enamorado.

Enamorado de mi mujer, de su inquietante espíritu, enamorado de las calles empedradas de Coro, de cómo son sus labios se erizan por el frio cuando monta a caballo en las montañas de Cubiro, de cómo se ve hermosa cuando come pescado frito a la orilla de Río Caribe en Sucre, de cómo expresa sentirte privilegiada de tomar agua natural entre las rocas por la montaña del Ávila, enamorado de sentir su sudor, su olor, su calor desbordante cuando camina píes descalzos por los médanos de Apure, enamorado de cuando nos profesamos amor eterno frente la Chinita en Maracaibo, es que eres una mujer tan exótica que cómo no enamorarse de ti, tan frágil y delicada, tan imponente y deslumbrante como cuando paseabas por el Parque de Flora Tropical de Yaracuy, entre cayenas y crotos, entre árboles y arbustos, entre el chocolate y el cacao, eres mi mujer amada, entre Araya y Trujillo, te encontré merodeando suspiros de deseo, entre La Restinga y los sombreros de cogollo te quise desde el primer día que te conocí, y entre los polos, galerones y el Joropo, entre los diablos danzantes de Yare y el Nazareno de Achaguas, nunca te voy a dejar ir, porque ya estás en mi, ya eres mía, y ya estoy completamente enamorado, mujer de Puerto Cabello, mi mujer y mi Venezuela.

Andar es mi destino y siempre andarás conmigo, con ese enorme sentir que es nuestro porvenir, con la calma serena que despides mi mujer morena.

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