Que difícil
puede resultar tener la incertidumbre de pasear por el jardín de lo que
llamamos amor, y pretender conseguirse un trébol de cuatro hojas, dicen que la
suerte de conseguir la especie es de una en un millón, tan difícil como querer
conocer a alguien sin saber lo que pueda pensar, o quizás llevarse la sorpresa
de que el gusto y el deseo pueden ser así, ese trébol, tan raro en su especie
que resulta ser lo más esperado, así suelen ser los encuentros; insospechados,
inadvertidos y hasta rechazados.
Acaso no
tenemos tan solo el derecho de querer cruzar ese jardín, para apoyarnos en ese
amuleto y hacer de que las citas a ciegas, tengan ese misterio del no sé qué, o
ese hilo tajante tan fino que puede tan solo romperse con el primer hola del
encuentro.
Camine y me lo conseguí, que buen augurio.
Llego el día
de conocerte y fue así tan irreal y mágico, que pensé ese día no llegaría,
resulto ser difícil expresar la empatía que pudo ocurrir desde ese primer
momento, pero había claridad, ya no era sólo un tácito encuentro, de hecho no
existía luz, solo la noche acobijaba las más sonoras palabras que salían apenas
del conocimiento mío y tuyo. El único deseo existente simplemente fue el de
verte. Desde un primer momento, desde ese primer día, sabía que no estabas
sola, siempre tenías a alguien a tu lado, desde ese primer momento, desde ese
primer día, sabía que sola no te ibas a quedar, porque supe que era quien
quería conocer, empecé con la primera de las suerte, tenía esperanza en ti.
Allí estas,
tan peculiarmente como te describiste, tan deliberadamente inquietante, una
risa hermosa la dejaste salir desde un principio, una apretón de manos de un
hola fue el primer roce que me dejo una mirada de desnudez completa, porque así
te imagine, me miras a los ojos y pude comprender que lo que veía, ya era
cierto, definitivamente tenía que cruzar este jardín. Pocas palabras fueron las
necesarias, para comprender, que la oscuridad de la noche, ya se tornaba
claridad, y que la luz de ese deseo comenzaba a retomar forma, la forma de ti,
la forma del encuentro, la forma del gusto, un gusto que comenzó a terminar
cuando el importuno de quien te acompañaba fue en tu búsqueda, Que mal
momento, la luz se apagó, sentí se desprendía una hoja del trébol.
Necesitaba conservarlo intacto.
No sé si
llegue en un mejor momento de tu vida, o en el peor, pero aprendí a estar
presente en ella, comprendí que somos esclavos de lo que queremos, es
impresionante como uno puedo aprender a conocer y valorar tanto a las personas
y ve en ellas, ese espíritu de cosas buenas, de éxito, de prosperidad, y que si
no las tiene presentes, uno empieza a dar ese empujoncito para que eso suceda,
te pase a tu mano el trébol ya que la segunda de las suertes quería que fuese
para ti, la Fe de que las cosas pueden cumplirse.
Lo que sí es
cierto es que todos los días me siento culpable del deseo, de esa luz que veo
en tus ojos, me siento culpable de la soledad de tus labios, o no sé si de los
míos, pero tus besos me delatan y dejan ver en ti, una luz, que me quiero
imaginar es también la misma luz que yo pueda reflejar. Me siento culpable del
vacío de un tan solo abrazo de tu parte, de olerte, de tenerte, de verte a los
ojos, que me digan que quieres que este allí; que culpable estoy de haber sido
el instrumento o no sé si un amuleto de la buena suerte para ti, total el
trébol estaba en tus manos.
La tercera
de las suerte ya tiene forma, ese amor eres tú, así sea tan inalcanzable para
mí, ya que a pesar de tenerte, soy culpable de que no serás para mí como yo lo
esperaba. Que difícil me resulto decidir cruzar el jardín, pero que fácil fue
pasarte la suerte a ti, de seguro tu media naranja, que la tienes allí presente
en tu camino, solo te pido por un momento de la vida, que me permitas conocerla,
para aconsejarle como debe tratarte, como debe tratar la luz de mi deseo y como
debe conservarte con ese trébol para siempre.
Me conformo
con lo dulce de verte todos los días, me conformo con saber de ti, llorarte a
solas, me conformo con explicarle al cielo cada vez que veo las estrellas, que
las estoy robando porque quiero que esa luz del deseo sea eterna. Quiero
sentirme feliz de que resultes ser accesible para mí, así sea para conversar un
rato, hasta la amistad de lo que ya eres mi amiga; puede tonarse caprichosa,
íntima y erótica, quiero hacerme la idea de que lo que desbordaste en mí, sea
también; sentido por ti, déjame que esté contento de esta ilusión, ya que eso
me hace sentirme mejor, creo que merezco por lo menos tener esa suerte de pensarte.
Me cuesta verte como una Amiga, la cuarta de las suertes se
cumplió.
Elevo mi
mirada al cielo, las estrellas están robadas. Solo te pido que me des esa mano
amiga; quiero ir de tu lado, llevándote, para que también puedas observar al
final del camino que la luz del deseo te puede llegar a ti en cualquier
momento, y que yo; pueda ser testigo de ese encuentro. Acuérdate el trébol está
contigo y ya la suerte está echada, total él está contigo y no yo.
Dice la
leyenda, que Cuando Eva fue desterrada del paraíso se llevó consigo un trébol
de cuatro hojas e iba caminando con pudor, por encontrarse desnuda, no le pares
a eso mi amiga, acá toda la vida tendrás a tu adán que podrá llevarte por ese
jardín, que yo también una vez cruce, y tuve la inmensa suerte de conocerte.